miércoles, 3 de septiembre de 2014

Secos de corazón

Comparto con ustedes, por si gustan, una buena noticia. En la India plantarán dos billones de árboles que limpiarán su atmósfera al mismo tiempo que esta actividad generará empleo para aproximadamente 300.000 hombres. La noticia es buena, pero aún es mejor porque estos árboles se plantarán a lo largo de las carreteras. 
Las carreteras con árboles existieron, doy fe. También los bancales con frutales que invadían la tierra del vecino y eran fuente de pleitos singulares. Podaron  las ramas porque molestaban, cotaron las raíces porque trastornaban -así me lo contaron- las tuberías de riego. Como si el agua cuando entraba en contacto con la raigambre se transformara en algo que generaba polémica (sic). El agua como sangre que riega la tierra discurre entre cementos limpísimos que llevan aguas sucísimas y no dejan ver las ranas que seguramente se murieron tras ingerir algún pesticida de esos que mata gusanitos que luego se comen los pájaros... Aquellos árboles que flanqueaban la carretera, aquellos plátanos de sombra -o sicamoros, que personalmente me encanta- dicen que fustigaban a los viajeros que iban en las bacas de los autobuses, desafiando la física. Aquellos plátanos estaban también en una avenida con un banco donde esperé durante muchas horas. En otro banco, al abrir unas partituras, me cayó una flor de jacarandá naranja y la atrapé como una planta carnívora. Anda prensada para siempre como una señal. Qué hermoso era aquel árbol. A su sombra, un maestro retirado del oficio y del mundo de los cuerdos, escuchaba su transistor y sonreía. Creo que él descubría sonidos desconocidos en el sisear de las hojas. Volvía a casa por un camino en el que un sauce metía sus ramas en el agua. Nada queda de aquellas aguas vivas, de aquellas hojas verdes. Llegó un día el progreso y dijo que quitaban tierra útil, que daban demasiada sombra y se quemaron en un par de cenas con amigos o se quemaron, sin más...
Algún día esos hombres de la India pasarán por las carreteras y sentirán el aire más fresco y la tierra más suya. Espero que no sucumban a aquel razonamiento tan extendido "es mejor que no haya árboles en las carreteras, por si hay un accidente". Es una opción no pisarle tanto,  no beber tanto, o no hacer tanto caso a según quién. Miro la buena noticia con pena y con envidia. Dicen que somos la zona habitada más seca del mundo, pero nos sobraban los árboles que traían la lluvia, que hacían que se respirase mejor...

5 comentarios:

  1. Mi primera infancia transcurrió entre hileras de plátanos, encalados en su mitad, de camino al colegio. Cuatro veces al día. Finalmente el progreso venció a la naturaleza y fueron talados sin piedad para evitar que los coches les envistieran. Ahora una hilera de impersonales edificios de ladrillo adorna aquel paseo que se convirtió en peligrosa avenida y en donde, de cuando en cuando, aparece encaramado el coche de algún despistado. No son los árboles los imprudentes.
    Tal vez en algunas cosas debiéramos ser tercer mundo...

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    1. Algún día -digo yo- conseguiremos el equilibrio. Gracias por tu comentario ;-)

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  2. Estoy viendo los árboles que hacían de guía la carretera que conducía de Segovia a La Granja de San Ildefonso y que después conducía al bosque lleno de pinos de Valsaín. Era una maravilla´

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  3. Qué bonito... Los plátanos de sombra me han acompañado toda mi vida, y aún hoy les debo tanto que me emociono al pensarlo. Y desde luego, si dejan en paz a esos billones de árboles en la India, les irá mejor a todos, y a unos pocos pájaros de paso.

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