jueves, 20 de noviembre de 2014

Tres generaciones

En verdad lo elegante  sería que la única  imagen de Cayetana de Alba fuera la de los retratos -fabulosos- que le hizo Gyenes, más jovencita, más mayor. En ambos con una personalidad arrolladora, con joyas buenas, de las de verdad, montadas sobre siglos de poseer la tierra y casi casi a los que la trabajaban, porque el poderío de la casa de Alba se remonta allá donde no existe mi genealogía. 
Un catalán ilustre, Martín de  Riquer publicó en 1999 “Quinze generacions d'una familia catalana", en el que glosaba la historia de su familia ilustrando cada época con documentos tanto oficiales como domésticos. En mi familia, tan sólo he llegado a tres. Y eso que los Pérez y los Paredes hemos tenido ganas de sobrevivir a guerras, epidemias y hambres, pero muchos sólo fueron jornaleros y la mayoría casi no asistieron al colegio, así que la tradición oral se fue con ellos. Todos sus sueños, sus proyectos y sus logros se perdieron con sus huesecillos pegados a la tierra -siempre de algún señorito- en la que trabajaron. 
Capítulo aparte merecen las mujeres de mi familia. Aguerridas, valientes, cabales. Luchadoras incansables. De ellas nadie ha podido decir "vivieron como les dio la gana", de ellas nadie contará que fueron embajadoras de su ciudad, es posible que alguien las recuerde cantando o echando un baile, no creo que les gustara menos bailar que a Cayetana. 
Una de mis abuelas tuvo tantos hijos como ella, y uno se murió en el parto. No tuvo médico. Quizá si a Cayetana le hubiera pasado hubiese sobrevivido. Vaya usted a saber. En verdad los pobres, aunque parezca lo contrario quieren a sus hijos con locura. Mi abuelas también quisieron a sus hombres hasta que murieron, a los nietos que crecían deprisa. Con fe en la vida, como ellas hacían las cosas...
Compadezco a Cayetana encarcelada en un cuerpo que no le obedecía, como tantos enfermos... quién como ella, rodeada de cuanto precisara, de todos los avances, sin mirar una factura. Me extraña en la hora de la muerte, la loa a alguien que no hizo más que vivir de acuerdo a sus posibles, eso sí, con un punto trasgresor, que siempre es de agradecer. Nuestras madres y abuelas no pudieron serlo tanto. Sin blasones y dineros no se tiene la calidad de trasgresor. Una mujer pobre trasgresora o era  rebelde o directamente una perdida, y eso es tener derecho a castigo en la tierra y en el cielo. Parece, oyendo hablar de esta mujer, que vivió en otra época a nuestras mujeres sometidas, analfabetas, envejecidas antes de tiempo. Y sí, quizá sólo ha habido un San Francisco de Asís, no digo yo que todos andemos por la vía ascética, pero parece que hoy por hoy habría que haber sido más comedido en la fanfarria. 
Por lo que está sufriendo el vasallaje, mayormente. 

6 comentarios:

  1. Mayormente, me encanta tu crónica así al vuelo como las grandes escriben. Que bien derrochas tu saber hacer diciendo lo que hay que decir.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Angélica, como se puede ser antes genial como para escribir una crónica inmediata i tan única? A sus pies...

    ResponderEliminar
  3. He intentado enterrarme en las raíces de mis antepasados y a punto estuve de ahogarme, ante el escándalo que ha provocado al descubrir que varias de mis antepasados fuesen hijos de soltera. Una anécdota en el caso de la Duquesa que hubiese incrementado su carácter libérrimo y su inconmensurable voluntad de independencia.
    Qué fácil es bailar cuando tienes todas las demás necesidades cubiertas, efectivamente. Mi abuelo, follador incansable y padre de ocho hijos con tres mujeres distintas, lo decía con toda naturalidad: nadie se puso rico a trabajar...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En todas las familias hay como poco un vodevil por generación. Mejor que el de su abuelo, si me permite, sería interesante conocer el testimonio de cada una de esas tres mujeres. Un saludo, gracias por la aportación ;-)

      Eliminar