miércoles, 19 de agosto de 2015

Cantos de sirena

Me voy a atar al mástil para no sucumbir a los cantos. Me llegan hasta el corazón desde un mar que bate sin cesar nuestro navío. Quieren las sirenas que yo me vaya detrás de ellas embriagada, esperando que el canto no cese, esperando que sus notas me lleven a casa. Estamos como en el poema, navegando hacia Ítaca, bregando con un mar bravo. No nos dejaremos llevar tan pronto, me decías, nos ataremos al palo mayor, para que no nos engulla el océano que tiene remolinos con raíces abisales. Desde esa región oscura oigo los cantos, a ratos no sabría decir de dónde vienen. A ratos escucho varias voces diferentes, todas dicen ser mis guías, ninguna me saca a tierra firme...
Las sirenas nos llaman, pero nos mantenemos firmes, sin soltar el timón, y eso asusta. Asusta y encoleriza a los aliados de los dioses, a los dioses, a los héroes, a todos los que tenían un plan para nosotros. 
Somos buenos navegantes, viejos navegantes. Conocemos todos los mares, y sus tormentas, algunos hemos pasado unas pocas, otros las conocen todas y nos advierten que las sirenas siempre advierten sobre el canto de la sirena. La sirena estaba antes que el temporal, antes que el viento. Sus palabras airadas lo provocaron, y éste generó el vórtice que nos engulló. Bebe de la esencia de la ira, canta la desgracia que provoca. 
Átense al palo mayor. Átense fuerte.

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