sábado, 28 de noviembre de 2015

Cómprame algo

Cómprame un regalito primo, que es el black friday. Cómprame algo  que sea rojo ferrari o verde carruaje, que tenga purpurina y renos, algo que estreche nuestros lazos. Cómprame algo por si acaso, para quedar bien. Por cortesía. Por cariño. Consume, primo, que esto se acaba. Consume que somos clase media. Todos. Hasta el más paria de los parias de la tierra se ve clase media. La distorsión del espejo llegó a la lucha de clases y nos vemos más abundantes de lo que estamos. Aligeremos pues el bolsillo. Comprar algo para otro nos hace sentirnos menos culpables. Incluso hay quien lo compra para él y después le muerde el remordimiento y lo regala. Si ven eso, corran con su conocido a un terapeuta. Eso es heavy y no se quita solo. Palabrita.
Si es usted un lustroso #clasemedia, debe ponerse las pilas, porque si tenemos burbujas de cava y sidra sin alcohol (no se les ocurra, mea culpa, mea culpa) quiere decir que tal vez llegue a su centro comercial y aunque tenga los codos afilados no llegue el primero a ese artículo que le hará sentirse superior. Tenerlo pronto, tenerlo antes, tenerlo mientras los demás no lo tienen. Cambie comprador por hamster en la rueda y ya.
Si por el contrario es usted pobre como yo y la vida le da así, directamente en la frente, puede tener amigos de los buenos: esos son pocos y nada cobardes, siempre están y no cuestan dinero. También está la familia cercana, esa que sabe por la forma de tocar el timbre si te está pasando algo. Esa familia come feliz sin langosta, sin paté de pato y sin turrón. Hay cosas que no cambian año tras año, y están al margen de las campañas comerciales:  las nostalgias, los dolores, las ausencias. También está la emoción, que asalta en cualquier momento y te hace sentirte vivo, la música, los mensajes...
Les deseo feliz estancia en la montaña rusa emocional, les deseo que salgan airosos del agujero negro del consumismo. Les deseo que piensen si realmente son clase media, porque una cosa es lo que uno quisiera y otra la asquerosa realidad de cada día. Y este año mezclamos euforia de consumo, burbujas, cenas familiares y urnas. Es como la ecuación agotadora de cada año pero con una foto de fotomatón en el peor momento. Avisados están.

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