miércoles, 4 de mayo de 2016

Nuestros soviets

Lo sé, algunos ya estáis en campaña. Os falta un cuarto de hora para decirme que me estoy perdiendo ideológicamente, y que si no me llega para irme a Corea, me vuelva al soviet, que está aquí mismo. Os voy a ahorrar un trabajo: os voy a contar lo que se cuece en el soviet. Nuestros soviets andan removidos, que no agitados, ante la inminencia del cambio.  Lo digo para que conste, que no somos de piedra aún y nos emocionamos como adolescentes pensando que vendrán algún día a camino los yonquis del dinero, vía mística o judicial, que se volatilizaran convirtiéndose en personas normales y currantes. Imaginen qué maravilla.
En los soviets estamos a la greña diariamente con el montoncillo ese de dinero que hay para imprevistos. Aprendimos desde chicos que toda la vida es un imprevisto y que estudiar es algo a lo que accederás practicando el socialismo real (redistribuyendo la riqueza con los tuyos), teniendo claro que eso te abrirá ventanas al mundo pero no demasiadas puertas. Cansados estamos de escuchar que lo que da puntos es un apellido compuesto, que eso te lleva en volandas al país del sueldo fijo. En el aparcamiento de la facultad descubres que el mundo fuera del soviet no es igual que dentro, y que hay gente que está tirando tracas mientras otros (tú) se mueren de asco. Te aferras a la ley de una forma casi ingenua... ¿Hay algo peor que un abogado de los imposibles?  Lo gracioso es que los que te pondrían un grillete si pudieran blanden contra ti la constitución con un argumento tan sentimental como ridículo: nos rompemos como país. Como si uno no se rompiera por dentro cuando ve la multitud de desastres que nos rodean. Sí, el desastre nos rodea: pregunten a los familiares de enfermos crónicos, a las mujeres maltratadas, a los inmigrantes. Si usted se queda un rato mirando un soviet, así, como el que contempla un nido de abejarucos, ve caer a varios suicidas, ve subir las enfermedades coronarias y los índices de tristeza. Y tanto que se rompe el país, y tanto. En nuestros soviets, que se ubican en el alambre continuamente, sólo hay llamadas a la unidad. Sin la unidad el soviet cae, sin las obreras no hay hormiguero. Por eso, queridos hermanos, hay quien nos dice que donde mejor está el dinero es en el bolsillo, si es posible en billetes grandes. Bolsillo panameño o español, bolsillo de barrio rico. 
En nuestros soviets, a ver, que quede claro, está permitida la disidencia. En nuestros soviets, ciudadano, se puede ser hasta liberal, pero si lo eres, vas a notar que no te llega para llevar la vida que te han vendido, y que la calderilla no te deja avanzar como esperabas. Los ciudadanos en funciones, hartos de trabajo en negro, de contratos de dos días, de derechos restringidos vía boe,  miran al soviet a ratos, pensando que no es tan malo. Así que nos agrupamos todos y pasa lo que pasa...


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