miércoles, 21 de septiembre de 2016

Mariana

Cuando Mariana empezó a llorar, hace ya más de veinte años, andaba dolorida por el abandono de su novio, un brigada apuesto que se fue y no volvió. Antes de irse dijo "espérame aquí, espérame y nos iremos". El brigada se embarcó para las antípodas, llevado por un presentimiento vestido de sargento primero. Y ella esperó bajo un tilo tapada por un un chal de pájaros que fueron abandonándola, emprendiendo el vuelo poco a poco desde las ramas retorcidas y floreadas que adornaban su indumentaria. Las flores también se marchitaron y cuando la tela se hubo quedado blanca, comenzó a llorar. Poco al principio, como un río después. Hace ya veinte años, y casi nadie echa cuentas del prodigio. Deja de llorar mientras duerme, y al despertar comienza a hipar con abandono, a suspirar con ceremonia, a dejar caer una lágrima salada y redonda. Una y otra, una y otra, forman una hilera uniforme que resbala ordenadamente hasta sus tobillos, donde su madre le mete los pies en un cuenco de cristal azul donde nadan dos peces koi, describiendo círculos, uno tras otro, creando un efecto hipnótico de remolino. Los peces de Mariana dibujan corazones en el agua, como las hélices que forman los corazones humanos que laten, enrollados sobre sí mismos, esperando desenrollarse cualquier día como un matasuegras, al más mínimo sobresalto.
Mariana saca de vez en cuando los piececillos del agua, y su madre deja que la sal  de las lágrimas precipite. Con ella prepara brebajes para prevenir de los desengaños amorosos y quitar el mal de estómago. La espolvorea sobre un jarabe de pétalos de flor con las puntas de los dedos, como si estuviera aderezando un guiso. Al fin y al cabo, todos nos alimentamos de amor, me dice, y todos alimentamos el amor con las lágrimas de otro. Mariana silba levemente cuando pasa un pajarillo volando, por ver si se le posa otra vez en el vestido. Su traje talar tiene el mismo color que los huesos, que según ella son polvo, como las lágrimas pulverizadas, como esa materia microscópica que dejaron las aves que abandonaron su vestido ahogados por la pena. Muy de vez en cuando florece tímidamente un pomito de florecillas azules en los bajos del vestido, y el polen deja una sombra dorada sobre sus pies de sirena, que nada en un mar propio esperando, esperando...

4 comentarios:

  1. No se quien es el o la autora/or de este texto, pero me siento tan identificada,con esto y algunos de los tuyos, por ejemplo el de la "GASTRITIS".Que igual que a Confesiones nocturnas, La pequeña testaruda, o Sonía Vera, os pido permiso, para incluirlos en mi MONÓLOGO

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  2. Realismo esdrújulo: Mágico, húmedo y melancólico

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