lunes, 14 de agosto de 2017

Por favor...

Por favor, cuánto facha americano. Aquí no tenemos más que cuatro por casa.
Y por eso los muertos siguen donde están (nuestros muertos).
Y  por eso las mujeres debemos ser cuidado, belleza y amor.
Y ser sindicalista es sinónimo de sospechoso.
Y ser acosado es el castigo por ser diferente. O libre. O consecuente.
Aquí no tenemos fachas, tenemos cuñados. Llamamos cuñado al facha porque facha suena fuerte, y el facha no es facha, es radical. O supremacista. O ultra. Fascista es una palabra de domingo, que debe usarse sólo en documentales, así nos lo enseñaron en los coleccionables de la segunda guerra mundial, esos que nos permiten jugar en el bando que queramos con tanques en miniatura, con muertos de juguete.
Pero sólo hay un bando. El de la Humanidad, con mayúscula. Y en él, los fachas nos sobran, los nazis, los falangistas que piden un taxi cada año como si tal cosa, en esas puestas en escena que arrancan suspiros de añoranza y escalofríos al mismo tiempo, y que son los coletazos de la bestia que se resiste a morir. Porque la bestia no se muere tan fácil. Porque es fácil ser ambiguo mientras los muertos sigan donde están. Y se herede sobre todo la pobreza, y con ella la falta de educación, y con ella se pierda el único medio para ascender no en el poder, sino en el ser. 
Es el shock de los rumores y los medios. Con la bolsa de las pensiones. Con los derechos humanos de otros. Con los terroristas futuros. El shock de las profecías, de los miedos, de los peligros. Y esos peligros nos domestican, y esas profecías nos encogen. El shock es un negocio que florece con el miedo, y el facha quiere poder.  
Si no lo ve, es porque se le ha metido uno en el ojo. Un facha, claro.

4 comentarios:

  1. Lamentablemente, la bestia no agoniza, no tiene un mal catarro; revive, ataca, mata, se alimenta y vuelve a su cueva hedionda cada cierto tiempo. Parece que se quiere desperezar y afilar sus colmillos en nuestra yugular. Si le permitimos ponerse en pie ya sabemos qué ocurrirá...

    Algunos, desde sus tronos de oropel les alientan;el adoctrinamiento, mal llamado educación, nos invita a ser dóciles. No hagamos caso y apretemosles el gaznate. ¿dos o tres o cuatro, ... por el precio de uno?

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    1. Sabemos de sobra lo que ocurriría, Fermín. Los que tenemos unos años reconocemos de lejos el adoctrinamiento, que no es sino una advertencia. Tenemos mucho que ganar después de haber perdido tanto... Salud!

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  2. Más claro imposible. Tanto adoctrinamiento, y tanta mala prensa.
    Y tanto cansancio, sí, para los que piensan un poco.
    Un abrazo.

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