miércoles, 13 de diciembre de 2017

Batallita

Les presto una batallita.
Hace bastante ya había una especie de hombres que proliferaba en la industria del calzado: los encargados. Los había de todas clases. Mejores, peores, eficientes. Entre ellos hubo uno que siempre me llamó la atención. Llevaba un deportivo y una cazadora de cuero, venía los fines de semana al pub donde las crías nos íbamos a tontear con incautos de nuestra misma edad. Tendríamos a lo sumo 15 años, este tipo, casi 40. Cuando llegaba alguien le anunciaba como "el encargado", y él tenía licencia para revolotear entre nosotras escogiendo a quién dedicar sus esfuerzos. Tenía licencia porque ningún adulto le fue a decir nunca nada. Había adultos. Ahora me doy cuenta con bastante asco de que tan vez vino a pescar y pescó. O yo qué sé. A mí me miró de arriba a abajo más de una vez con cara de ascopena. A otras con una cara que ahora sé lo que significa. Y lo que les digo, nunca nadie le dijo nada.
Me he acordado de él con la campaña "Hola, putero". Ahora diría que el tipo era un putero. Uno de esos que saldrán de las comidas de empresa esta navidad y se irá a un burdel a celebrar la billetera. Uno de tantos que conocemos y saludamos. Porque tenemos conocidos puteros a los que no negamos el saludo. Como si el asunto de ir de putas fuera privado, como lo es el maltrato aún, en la mente de mucha gente. Como privados son esos mensajes soeces que aparecen en los teléfonos. Les digo: pueden decir a sus compañeros y amigos que no les manden ciertas cosas. Al principio se ofenden, no se lo tomarán bien, pero después se les pasa, o no, eso da lo mismo. Se puede y se debe decir que no a esa forma vulgar y violenta de presentar las relaciones, esa forma asimétrica y mercantil de justificar la violencia y otras esclavitudes. Se puede y se debe no difundir esa basura que alguien fabrica y esparce con criterios basados en el mito (falso) de la libre elección, o ya en clave judicial, de la defensa de algunos acusados, eso tan escuchado últimamente de las relaciones consentidas. Hay cerebros de putero que sólo entienden las relaciones en clave de esa dominación que a veces (muchas) acaba en el juzgado. Nos costó entender como sociedad que había una relación directa entre el maltrato animal y los perfiles violentos. A ver si como tarea para las próximas fechas asumimos que el putero es un individuo que merece el ostracismo social y lo practicamos a título personal. Sienta bien, de verdad. Se lo digo por experiencia.



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