martes, 5 de diciembre de 2017

Frío

El frío me supera. Me hiela. Soy criatura de estiaje. Apenas dos gotas de agua. Sobrevivo como una pitera. Un año tras otro, cada vez con más agujas. Me quedo buscando el agua sin mover una pestaña. El agua llega a mí. Me sobra con un rocío. Me aprovecha una escarcha, pero me ennegrece como a los brotes pequeños. Me resiento con este frío insospechado, me ataca la nostalgia, me oscurece las ideas. Me cansa. El frío me agota en dos días, pero aquí siempre dura poco. Y finalmente pasa.
Llega después un día azul, limpio, vibrante. Aún es sol de invierno, el aire nos alborota, zumba entre las cortinas, que se agitan sólo un poco. En ocasiones silba como una armónica el aire que entró por la persiana. Un momento arrecia fuerte y al instante, nada. Esos días se busca más el calor del otro, se guarda una en la casa. Cuántos hay que no la tienen (me dicen). Que tenemos suerte (lo sé). Tenemos mucha suerte (nos decimos). La casa guarda nuestros suspiros, que se unen al viento y llegan donde  están esos que no tienen lo que tengo yo. Para qué tanto, pienso a veces. Por qué ellos tan poco, pienso otras.
Para el aire, sale el sol más aún. Un pájaro o dos. Una abeja despistada. Habrán dejado sus cobijos los náufragos de las ciudades. Cartones, cajeros… Valdrá todo cuando uno huye del vendaval o de la helada que se presenta porque toca. Las ciudades estos días hielan más, porque es obligación la alegría, porque hay algo opulento esperando que llegue el deseo a tomarlo. Al lado del que no tiene nada. Al lado del que ni siquiera consta. El frío te quema por fuera, te anestesia por dentro. Llega y se va, un anécdota, salvo para el que pereció helado. A veces hay gente que muere de frío en España, como en Rusia, o en Alaska, y se queda una un rato pensando en todas esas mantas, todas esas luces, todo eso que sobra en alguna parte y que es lo que evita que salgamos en un periódico pequeño en la sección de sucesos. Encontraron a un hombre, encontraron a una mujer, encontraron helado a un inmigrante. ¿Tuvieron una vida como la mía? ¿Por qué llegaron ahí?

Ya saben, lo normal en estas fechas. Decir que te hielas sin helarte. O helarse de verdad sin hacer ruido. El ruido es de otros, siempre. El ruido les magnifica y les propulsa. El ruido les pertenece, lo fabrican y distribuyen. Lo dosifican. Esos, me temo, nunca tuvieron frío.

2 comentarios:

  1. El otro día o no sé que día, despistadamente mire un Tv que sonaba no sé en donde y solo hablaban de que hacía mucho frío, nieve, heladas y que se yo más que vomitaban una y otra vez en diferentes lugares.
    Pero no vi ni oí a nadie que dijera que no hay ningún ser que tenga un inmenso frío.
    El frío al que me refiero es el de la indiferencia que tienen los políticos.
    Pues, eso.

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  2. Frío en el alma tienen... Un abrazo, amigo <8>

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